domingo, 20 de octubre de 2013

¿QUIEN SE HA LLEVADO LOS BANKSY?


Slave lavour, Banksy, (2012)



No ball games, Banksy, (2009)



Los vecinos del barrio londinense de Haringey están muy molestos desde que dos de las obras que el artista callejero, conocido con el apodo de Banksy, fueron robadas de las paredes de sus calles. La primera fue Slave lavour, una imagen hecha con plantilla de un niño trabajador de una fabrica textil. La segunda, No ball games.

Los murales de Banksy habían convertido Haringey en una atracción para amantes del street art. Como dijo el concejal Alan Strickland a La Vanguardia, “la gente se sentía orgullosa de tener obras de Banksy en el barrio. Venía gente de todo Londres, y unos cuantos del extranjero”.
Detrás de la obra de Banksy existe una gran polémica, primero por el hecho de que no está claro si lo que Banksy hace se puede calificar de arte o de vandalismo urbano, segundo por su misterioso robo y posterior aparición en casas de subasta y tercero por el derecho de propiedad de la obra. La sorpresa es que los grafitis de este artista se están vendiendo por cifras desorbitadas, como ocurrió con Slave lavour, que a principios de junio se estima que se vendió por 750.000 libras o lo que viene a ser casi un millón de euros.

A Banksy no parece importarle mucho el beneficio que los ladrones puedan sacar a su costa, más bien se siente reafirmado para seguir actuando en su intento de cambiar lo que le disgusta de la sociedad. Lo que busca es la concienciación del ser humano y su manera de hacerlo es decorando las paredes de su ciudad con grafitis y realizando performances y acciones como en una de sus últimas aventuras, en la que llenó un camión con corderos, conejos y gallinas de peluche que emitían sonido y asomaban sus cabezas a través de las rendijas del vehículo, como protesta por el mal trato que reciben los animales hacinados en las granjas y durante su transporte hacia los mataderos.







Detrás del asunto del robo de los Banksy esta la compañía Sincura, una firma que se dedica a prestar servicios de lifestyle a personas de alto poder adquisitivo y que según dice hace una labor de “conservación patrimonial”, ya que se dedica a “salvar” obras de street art para que el deterioro ambiental no acabe con ellas, sólo que después del “salvamento”, curiosamente, esas mismas obras salen a subasta y se pagan enormes sumas por ellas. Aunque, después de todo, según afirma Sincura los beneficios de las ventas van destinados a obras benéficas.

Sincura asegura que es completamente legal arrancar una obra de street art y subastarla, y asimismo lo corroboran las casas de subastas londinenses. “El derecho de propiedad es de quien tiene fisicamente la pieza”, dijo a La Vanguardia Cristian Albu, director de ventas de arte contemporáneo de Christie's en Londres. En el caso de Slave lavour, el propietario de la pared donde se hallaba era la inmobiliaria Wood Green Investments, pero ésta no quiso hacer ningún comentario acerca de si ha colaborado en una posible venta.

La duda que a cualquier mortal le puede asaltar es ¿a quién pertenece la obra, al artista, al dueño de la pared donde el artista la colocó o al vecindario? En el caso de que lo que hubiese habido en la pared fuese un garabato cualquiera de algún simple aficionado, el dueño del edificio lo habría mandado limpiar. En este caso, es lógico pensar, que tratándose de la obra de un artista que empieza a ser cotizado, lo que posiblemente haya hecho el dueño de la pared es sacar un provecho con la venta de esa obra. Finalmente, la opinión de los vecinos queda en última instancia y sin derecho alguno a tomar partido.

Banksy parece burlarse de esta sociedad de consumo donde existe una élite, que movida por el snobismo, paga absurdas cifras de dinero por obras de arte callejero que no tienen más valor que el simbólico por lo que se denuncia en ellas, aunque ni los mismos compradores se sientan implicados en su significado. Con ello no intento menospreciar la obra de Banksy, que en un futuro puede llegar a ser tan apreciada (si es que no lo es ya), como la de Andy Warhol. Pero por otro lado, no deja de ser preocupante que otras clases mucho menos favorecidas tengan que hacer milagros para estirar su sueldo hasta el final de mes, o que obras de valor incalculable sean destruidas a causa de las guerras o de fanatismos religiosos.

Mientras tanto, los vecinos de Haringey están muy disgustados al haberse quedado sin las imágenes de Banksy y reclaman su devolución al barrio que es el lugar al que supuestamente pertenecen, o al menos eso opinan ellos, puesto que desde un principio han estado ocupando un lugar en las paredes de sus calles, recibiendo visitas y proporcionado a la zona una apariencia de contenedor de arte contemporáneo. Haringey siente que le han arrebatado algo que ya formaba parte de su identidad, una pequeña parte de su patrimonio cultural.

Al igual que los muros de las iglesias pirenaicas fueron despojadas de sus frescos románicos, de las paredes de Haringey han sido arrancados los famosos grafitis de Banksy, lo que nos lleva a la eterna discusión de si es preferible que una obra de arte se conserve en su lugar de origen o por el contrario pase a formar parte de la colección de un museo donde gozará de las debidas medidas de seguridad. Lo que esta claro es que nunca llueve a gusto de todos.





PD.:
La Conferencia General de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, en su 17a, reunión celebrada en París del 17 de octubre al 21 de noviembre de 1972, dice:
que el patrimonio cultural y el patrimonio natural están cada vez más amenazados de destrucción, no sólo por las causas tradicionales de deterioro sino también por la evolución de la vida social y económica que las agrava con fenómenos de alteración o de destrucción aún más temibles, y considera que el deterioro o la desaparición de un bien del patrimonio cultural y natural constituye un empobrecimiento nefasto del patrimonio de todos los pueblos del mundo.



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