Eran las 10 de la mañana
del sábado 16 de Noviembre, frío y lluvioso pero... por suerte
festivo! no había que madrugar para salir hacia el lugar de trabajo!
Tras un despertar tardío, -al igual que este invierno-, me dispuse a
desayunar con el sonido de la radio de fondo. Mis oídos de repente
pusieron más atención a las voces radiofónicas cuando en medio del
programa que trataba de los errores que se cometen dentro del cine
empiezan a hablar sobre un monumento egipcio que se halla en Madrid,
el templo de Debod, el cual según parece esta sufriendo graves
problemas de conservación.
Se trata de uno de los
templos egipcios que fueron rescatados antes de quedar sumergidos por
la construcción de la presa de Assuan. España y otro países
colaboraron con Egipto en la obra faraónica que supuso el traslado
del templo de Abu Simbel y según parece, el templo de Debod fue un
regalo al país español en agradecimiento, al igual que sucedió con
el templo de Taffa que fue a parar a Holanda, el templo de Ellesiya a
Italia y el de Dendur que fue regalado a los Estados Unidos.
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Templo de Debod |
De pronto, tras el
comentario del periodista que denunciaba el estado descuidado en que
se hallaba el monumento, he recordado un texto de Ruskin, que aparece
en Las siete lámparas de arquitectura. Uno de los fragmentos
decía “...¿Pertenecía la catedral de Arranches a la turba que la
destruyó... La turba, turba es, y lo será siempre, tanto da que
esté enfurecida o discretamente loca, que sean muchos o se organicen
en comités: quienes destruyen algo sin razón son turba...” Con
ello me refiero a las huellas que han aparecido ensuciando las
antiguas piedras del templo, huellas de algunos a los que no quiero
llamar grafiteros porque considero que la mayoría de quienes se
dedican a ejercer este tipo de disciplina son personas que ejercen su
arte con respeto por el arte y que nunca tendrían la desfachatez de
dejar una firma suya en un lugar tan respetable como lo es un templo
egipcio de más de 2.200 años.
Otro detalle que me ha
llamado la atención y que me ha recordado lo que leí de Ruskin
sobre la prevención, es que, a diferencia de los demás templos
egipcios que fueron regalados a Holanda, Italia o Estados Unidos,
mientras que estos se encuentran dentro de importantes museos de esos
países, el templo de Debod esta en plena intemperie, en el Paseo
Luis Rosales de Madrid, sin ningún tipo de protección, ni
vigilancia, expuesto al peligro de cualquier acto de vandalismo.
Ruskin decía: “Vigile todo edificio antiguo con inquieto esmero,
todo lo mejor que pueda, a cualquier precio, de posibles influencias
dilapidadoras. Cuente las piedras como lo haría con las joyas de una
corona; ponga vigilantes alrededor como si de las puertas de una
ciudad sitiada se tratara; átelo con hierro donde se suelte;
sosténgalo con madera donde se debilite... mejor una muleta que una
piedra perdida. Si lo hace con ternura, con respeto, sin cejar un
momento, muchas generaciones nacerán aún y desaparecerán al
resguardo de su sombra”. Pues bien, todo lo contrario se esta
teniendo en cuenta a la hora de cuidar este templo: turbas de
alumnos que visitan acompañados de sus profesores el monumento,
mientras escuchan las explicaciones apoyan sus botas sobre las
paredes milenarias sin que nadie les llame la atención, delincuentes
y gamberros dejan allí su firma a golpe de brocha y aerosol,
personal responsable del monumento interviene con la colocación de
un ventanal modificando el aspecto pristino de la columnata, la
contaminación que recibe por estar expuesto en el exterior, ...
En definitiva, toda una
muestra de la falta de educación ciudadana y de responsabilidad del
estado español.
Como si fuese un jarrón
al que no se le guarda mucho aprecio y el cual no nos importaría
perder si por un “descuido” acabara rompiéndose, así es como
el templo de Debod parece ser considerado por el pueblo español,
como ese jarrón que un día nos regaló la suegra.
Miénteme cine, “De faraones y momias”, sábado 16.11.2013,
10,00h